martes, 11 de junio de 2013

La complejización de lo biológico

Con IC decidimos dejar de cuidarnos hace tres años atrás, cuando yo tenía 34 años y él 36; digo que nos decidimos a dejar de cuidarnos porque decidirnos a tener un hijo fue un proceso mucho más largo y complejo que todavía creo que no terminó del todo. 
Mi imaginario respecto de lo que era quedar embarazada fue variando consistentemente a lo largo de este tiempo: al principio era dejar de cuidarse y punto, ya con eso la cosa se daría; luego fue empezar a prestar atención más o menos a la fecha de ovulación; después sumé el llenar un gráfico en internet con las medidas de la temperatura basal, y ahora estoy a punto de agregar un nuevo sistemita: unos simpáticos test de ovulación, que van a funcionar como una especie de oráculo hormonal. Esto -insisto para no parecer trastornada- se fue dando de manera paulatina a lo largo de tres años, venciendo muchas resistencias y prejuicios de mi parte, y envolviendo en un juego cómplice a IC, que, sin asumirlo, en un principio parecía bastante más distante que yo de la idea de la paternidad. En el medio, un embarazo detenido en la semana 8 a mediados del año pasado que implicó legrado y trajo cola, no solo emocional sino también impacto físico, y que me mantuvo fuera de pista por un par de meses. Sumemos al panorama el factor reloj biológico, que sigue haciendo tic-tac ajeno a todo mi lindo discurso y a la evolución de nuestra pareja,y voilà, tenemos el combo que te lleva a comprar el set de palitos-test, esos que implican una nueva y algo desagradable rutina que se suma a la ya rara costumbre adquirida de ponerme el termómetro en la boca ni bien suena el despertador, cada mañana. 
En vez de los carísimos 5 sticks por 170 pesos del famoso Evaplan que venden en Farmacity opté por la más económica opción de 20 Ovustest (?) + 2 test de embarazo a $150 con envío a domicilio gratis que me proponía Mercadolibre. Me los traen mañana, acá, a mi trabajo. Espero de todo corazón dos cosas: la más importante es que funcionen; la segunda, no menos importante, es que al tocar el timbre en la oficina sean discretos.

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